Con gran esperanza vemos cómo Estados Unidos, junto a un grupo significativo de ministros pertenecientes a más de veinte países occidentales, preparan algo, más allá que una ayuda humanitaria para Venezuela.
Según el Secretario del Tesoro norteamericano, Steven Mnuchin, el consorcio estaría dispuesto a destinar diez mil millones de dólares para el restablecimiento comercial del azotado país, cuando Nicolás Maduro deje el poder y empiece a regir un nuevo gobierno, elegido por comicios transparentes.
En los últimos meses, se han realizado acciones concretas que han ayudado a mitigar el flagelo de esta población.
Tales como el reconocimiento de Juan Guaidó como presidente interino, el apoyo económico a los venezolanos inmigrantes, el liderar coaliciones internacionales para ingresar alimentos y medicina hacia el interior del país desde corredores humanitarios en Curazao, Cúcuta y Roraima.
Así como la presión mundial contra el gabinete chavista para que decline del poder. Dichas acciones son una verdadera batalla contra el tiempo, puesto que es urgente que la crisis se detenga, ya que hay miles de vidas en juego.
Un panorama alentador para lo que sería una nueva Venezuela
Puede parecer irreversible la situación de Venezuela y puede parecer insuficiente cualquier tipo de ayuda. Puede incluso parecer una utopía que Maduro pueda soltar el poder.
Pero no hay que desfallecer ya que todo se está configurando para dar pasos hacia una nueva nación libre y democrática.
La ayuda debe ser en todos los niveles
Mientras las grandes instancias internacionales mueven todas su fichas diplomáticas y despliegan todo tipo de estrategias políticas, no nos podemos sentar a esperar a que sucedan las cosas.
La ayuda humanitaria, a pequeña escala, también debe continuar.
Mientras que nuestros hermanos aún siguen deambulando por las calles y familias enteras pasan sus noches a la intemperie, debemos seguir tendiendo nuestra mano en su necesidad más apremiante.
Ellos deben sentir que no están solos y que nuestro apoyo sigue.